jueves, 11 de octubre de 2012

Puerta nueve y ocho cuartos


La brisa de mar era cálida. El calor brotaba de entre la arena y hacía que mis pies ardieran. Puse mi reposera dentro del agua pero de espalda a ella. No podía dejar de mirar a aquella niñita. Unos 50 centímetros, piernas regordetas, cabello rizado color trigo y un bañador que hacía juego con sus pequeños labios rosados. Hacía 36 minutos y 23 segundos aproximadamente que se bañaba en el mismo charco junto con su barquito de papel  número 8 confeccionado con una página del diario de su padre. Lo que la pequeña niña no podía comprender era por que su barco se deshacía en el agua.

Lo primero que pensé fue: es el destino.

La vida se trata de elegir. Aceptar o rechazar desafíos. Nos dan opciones, tomamos una, tomamos varias o no tomamos ninguna. Elegimos que borde hacer, que bolla virar, por que lado de la cancha correr, que hacer y que no hacer. Elegimos salir al mar, elegimos virar, mover un pie y hasta elegimos reír. Ahora bien, las elecciones las hace cada uno, a su gusto, a su estilo, de la manera que mejor nos convenga o simplemente por que nos obligan. Aún obligados, estamos eligiendo.

Un profesor en el colegio una vez, nos dibujo tres puertas. Cada una de ellas contenía una forma de morir. Lo dejo a imaginación del lector. De esas tres puertas teníamos que elegir una. Cada uno eligio una puerta y explico porque hizo su tan acertada decisión. Al final de la clase el profesor rio y dijo: yo les di tres puertas, pero no les dije que había una cuarta, una quinta ni una sexta puerta. Nunca se condenen a las opciones que les proponen, siempre debemos buscar nuestras elecciones, hacer nuestra propia regata aunque a veces a causa de eso fracasemos. Por que, de que me serviría ganar si el triunfo no es mio? Prefiero el fracaso propio, al menos no lo tengo que compartir con nadie. Porque elegir no se trata de escoger la puerta uno, dos o tres sino realmente de elegir nuestro propio destino y cruzar la puerta  9 y 8/4. Hacer de nuestras vidas lo que queramos y como quien dice: ser artífices de nuestro propio destino.

Fui hacia mi lugar. Tome un papel e hice un barco un poco mas pequeño del que la niña tenía. Lo sostuve en mi mano un rato mientras me proponía encontrar las fallas estructurales de mi gran obra de arte. Era perfecto. Lo tome con cuidado y fui hasta el charco en el que se encontraba. Con una mirada angelical me ofreció los restos de su barco a cambio del mio. Acepte y me fui muy contento ¡ Que errada que fue mi conclusión! ¡Estaba ahí frente a mis ojos! , el destino no tenía la culpa. La real desintegración de nuestro barco era producto de una decisión, la decisión de tomar coraje y salir a la mar. Porque a lo mejor el barco esta seguro en el puerto, pero no fue construido para estar ahí.
                                   
Esta entrada es fruto de una conversación monótona y aburrida con un AMIGO que me dijo: deberías ver una chica sin límites es una linda película. Como de quien viene lo dicho fue la importancia que tomo la recomendación. Les dejo abierto para que saquen sus propias conclusiones sobre el termino amigo.

XOXO, Cap. Marina. 

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